domingo, 30 de mayo de 2010

EL CUERPO DEL DELITO (1ª parte)

De las cuatro puñaladas asestadas, solo una resultó ser mortal, pero ésa le partió en dos el corazón, como una manzana, provocándole una muerte instantánea. Esto según la terminología de la policía y los miembros del cuerpo forense, claro, porque supongo que una hoja de acero atravesándote el pecho de parte a parte, resultaría algo difícil de olvidar —si es que se viviera para recordarlo—, por muy instantáneo que parezca.
De pronto, no supo qué hacer con el cadáver. Primero pensó en descuartizarlo, y deshacerse discretamente de los lotes. Pero el solo recuerdo de sus abuelos, en la pollería del mercado, rebanando pescuezos y desmembrando muslos le provocaba una náusea insoportable. Luego pensó en sacarlo envuelto en una manta, tal como había visto recientemente en una película, pero le parecía harto improbable que aunque llevara a cabo su cometido durante la madrugada, pudiera pasar desapercibido, sin que nadie lo sorprendiera en esa bulliciosa zona de la ciudad; y además, tampoco tenía claro en qué lugar se desharía del cadáver, un lugar en donde nadie pudiera descubrirlo nunca o al menos tardaran años en hacerlo. Una tercera cosa que se le pasó por la cabeza fue la de adquirir un baúl a la medida y contratar una empresa de transportes. Eso, con suerte, solventaría el problema de sacar el cadáver de la casa sin levantar sospechas, pero para llevarlo…¿a dónde? Por el momento, decidió ir atendiendo las prioridades ordenadamente, y lo más urgente era limpiar los profusos charcos de sangre que se habían ido formando por el pasillo (tarea que le llevaría mucho más tiempo de lo previsto inicialmente, pues la sangre es terca para desadherirse de las superficies por donde se ha derramado). Luego envolvería oportunamente el arma homicida, que haría después desaparecer arrojándola al río desde uno de los puentes de la ciudad. Con relación al cuerpo, lo colocaría sobre la cama de la habitación de invitados, y hasta que diera con la solución definitiva, haría una vida normal.
En efecto, salió de casa, y se dirigió al banco, donde había de resolver unos asuntos en relación a unos arrendamientos; luego compró los periódicos (el nacional y el deportivo), dio un paseo por el parque, y como no le apetecía volver a casa para comer, almorzó algo fuera, un menú del día con arroz y pescado en un sitio en el que nunca había entrado, y que le pareció de buena calidad y mejor precio. Parte de la tarde la pasó en la sala de billares, practicando la carambola a tres bandas, y luego curioseó escaparates (compró incluso un par de camisas) y dio una vuelta por las viejas librerías de ocasión. Cuando volvió a casa, siguió con su actividad rutinaria, cenó ligero, vio un poco la tele y se acostó, no sin antes echar un vistazo a la habitación contigua, como si quisiera comprobar que el cadáver no se había movido de su sitio o deseara darle las buenas noches.
Pronto los días se sucedieron, hasta que la presencia de aquel invitado frío y silencioso que albergaba bajo su techo llegó a hacérsele familiar. No le molestaba. ¿Por qué iba a molestarle? Las cosas iban bien. Su imprevista compañía no suponía ningún problema para la convivencia ni alteraba en absoluto los hábitos de su vida. Por desgracia, todo volvió a complicarse aquel día —un día como otro cualquiera—, cuando llegó a casa. Apenas hubo abierto la puerta de la habitación de invitados, tuvo que cerrarla de nuevo, bruscamente, aturdido por los primeros síntomas de la putrefacción, que se habían adueñado de la estancia y amenazaban con expandirse por el resto de la casa.
(Continuará por Rapajic…)

5 comentarios:

  1. Madre mía, a ver qué hacemos con esto.
    Para contextualizar al resto: J.M. me comentó el otro día que había comenzado un cuento y que quería que yo lo continuara hasta terminarlo. Ahora mismo es la primera vez que leo el texto, no sabía ni de qué iba ni nada sobre el mismo, así que... vamos a ver si en un par de días como mucho logro darle un final (que dudo mucho que pueda tener tanto nivel como el comienzo).
    Bonito reto, ya te la devolveré amigo.

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  2. Vaya marrón que te han endosado, Rapajic. A ver cómo te libras del muerto, y nunca mejor dicho...

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  3. Genial, j.m.
    Solo un pero: Me gustaría que lo terminases tú y no Rapagic. Si acaso, haced un final los dos, pero por favor, termínalo tú también.
    Mucho, me ha gustado mucho, mucho, mucho.

    En cualquier caso, eso no significa gran cosa, porque ya sabéis que yo soy fan.

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  4. Muy bien Clevarr, así que no quieres mi final ¿eh? Pues ya sabes, cuando esté publicado no lo leas majetón.

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  5. Aprendiz de brujo2 de junio de 2010, 19:48

    Agil, original dentro de una temática manida,(doble mérito). Me ha gustado, J.M. Me empieza a acojonar ir contigo a entrenar los viernes. Si desaparezco en fin de semana,´que la policía empiece por el domicilio de J.M.

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