martes, 18 de mayo de 2010

LO NUNCA VISTO EN UN ESTADIO DE FUTBOL

—¡Controla de primeras… baja el balón al piso…levanta la cabeza y abre con criterio a la banda, donde recibe el interior derecho, que inicia una carrera trepidante hacia…! ¿Qué sucede? El árbitro ha hecho sonar vigorosamente su silbato… ¿Fuera de juego? ¡Imposible! El desconcierto es total entre los jugadores… ¿Qué ha señalado? Con el partido interrumpido, el colegiado, alejándose de la jugada, encamina sus pasos hacia el centro del campo. Ajeno a las inquisiciones de los protagonistas, llega, con andar sosegado pero firme, hasta el punto de saque y, por entre la pernera de su pantalón corto, ¡comienza a orinar! La perplejidad es total entre los participantes y la multitud que, en torno a noventa mil personas, abarrota las gradas. El vocerío ha dado paso al silencio; y el silencio a un murmullo sostenido y continuado. ¿Y ahora? Los jugadores, venidos de todos los rincones del terreno, se congregan en torno al círculo central, intercalándose los unos con los otros, como ajenos al concepto de equipo. Bien emulando la técnica de la pernera, bien bajándose convenientemente los calzones del uniforme, mean en perfecta sintonía sobre la curva medular. Acto seguido, son los árbitros auxiliares (incluido el cuarto árbitro) quienes se posicionan sobre sus respectivas líneas de demarcación, y, cual el director de la contienda y los jugadores, mean y mean sobre la raya de cal. ¿Y fuera del rectángulo de juego? Los suplentes y todo el cuerpo técnico saltan de sus respectivos asientos, alineándose sobre las marcas discontinuas que delimitan las zonas de banquillos. Y sin intercambiar una palabra, proceden igualmente a una meada larga y coordinada. ¿Y en las gradas? Aunque parezca increíble, todos los espectadores parecen haberse sumado —sin excepción— a este inesperado acto de evacuación comunitaria, orinando sobre barandillas y asientos, orinando los unos sobre los otros con una sincronía apenas alcanzada en colectivos más adiestrados. Tenemos incluso noticias de que los telespectadores hacen lo propio desde sus casas.
Llega el minuto noventa, y cada cual, desde el lugar que ocupa, persevera en su acto de mear y mear ininterrumpidamente. Cayó la noche. La potente luz de las torretas ilumina el gran charco que sigue creciendo.

4 comentarios:

  1. Aprendiz de brujo18 de mayo de 2010, 18:00

    Ostia, que siesta más chunga has tenido J.M...
    Estás seguro de qué no eran aspersores en vez de meones?

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  2. Has soñado con el final del partido Inter-Farsa.

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  3. Compañero se te ha ido la pinza. Eso sí, con calidad artística.

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  4. Pero que genialidad tío, te voy a dar un abrazo cuando te vea.

    Vacceo.

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