martes, 27 de abril de 2010

RETRATO: INFANCIA

A la tarde, junto al pozo
barroco y artificial.
Solo el agua de mi gozo
a la sombra del parral.

A la tarde, con mi infancia
desnuda por los olivos,
rezumando la fragancia
de los amores esquivos.

En un escenario urdido
sobre andamios de recuerdo
cada amanecer perdido
súbitamente me pierdo.

Acá mi abuela, regando
las flores de sus macetas,
cada paso recordando
tradicionales recetas.

Allá mi abuelo, en camisa,
con la azada sobre el barro,
esbozando una sonrisa
tras el humo del cigarro.

Un sol de justicia. Agosto.
La plenitud del verano
madura campos de mosto
con paciencia de artesano.

Noches de raso y estrellas
de blanca caligrafía
cuajan las horas más bellas
de toda mi biografía.

Un olivar encantado.
Un río de ardiente orilla
y caudal acompasado.
Una colina amarilla.

Un camino serpeante
entre las siembras, y luego
un sol bajo y jadeante
en cielo de puro fuego.

Un pueblo de cal y luna
y sombra en las celosías.
Requiebros de amor. Fortuna
de Tenorio: Fantasías.

Ya dos corazones reos
de las redes de Cupido
dan al aire sus deseos…
Nunca me di por vencido

en mi afán de eternizar
lo que siempre terminaba
en desahogo epistolar.
Cada noche me acostaba

soñando con la mocita
con que todavía sueño
(más que por su faz bonita
por un nostálgico empeño),

con los oídos turbados
por la voz del embeleso
y los labios requemados
por el fantasma del beso.

La alondra de la mañana,
frente a la luz del estreno,
canta junto a mi ventana.
Ya se platea el centeno.

Y luego de pronto Dios,
en el silencio de un mundo
solamente para dos,
asoma por un segundo.

La esperanza de la aurora,
si acaso una vez se pierde,
deja un temblor a deshora
y un presentimiento verde.

* * *

Aquí mi abuela, hilvanando
pensamientos a la umbría
de los sauces, afinando
las cuerdas de su alegría.

Mi abuelo al trasluz —allí—
titán del hacha y la leña,
el primer héroe de mi
mitología pequeña.

Acequia de curso ufano,
idolatrada frontera
de mi horizonte lejano,
¿vuelves esta primavera?

Molino desvencijado
por aires de una centuria,
¿de tu única aspa un soldado
harás, que luche con furia?

Datilera adolescente,
inesperado vergel
al discurrir de la fuente,
¿guardas mi secreto fiel?

Ya dos voluntades presas
del capricho de Afrodita
juran eternas promesas
que luego el tiempo marchita.

Desatendiendo a razones
—impropias siempre de Amor—
se da con las ilusiones
en el pozo del dolor.

El recuerdo es disciplina
que requiere escepticismo
para fundar su rutina.
A mí ya me da lo mismo

que el transcurso de los años
me pueda echar a perder:
brilla entre mis desengaños
mi paraíso de ayer.

4 comentarios:

  1. No tengo ni puta idea pero los cuatro primeros versos me parcen sublimes.Muy hermosos.

    Házle llegar estas letras a tu madre. Le hará muchísma ilusión.

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  2. Qué bonito. j.m., me alegro de reencontraros en este nuevo blog, os seguiré de cerca.

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  3. Creo que Aprendiz de Brujo alaba los 4 primeros versos porque son los únicos que se ha leído XD

    Te animo a que leas el resto, que están igual de bien... al menos los últimos cuatro que es donde se descubre al asesino, hombre.

    Perdón por la broma. Verdaderamente a mí no me da por la poesía, pero esta la he leído con gusto.

    Enhorabuena, j.m., por el poema, pero sobre todo por los recuerdos.

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